"Las actitudes son más importantes que las aptitudes”
Winston Churchill
(Esta historia es
inédita. Complementa a las 66 historias que componen mi libro “Gente corriente
con éxito", basado en mi experiencia en cursos realizados, próximo a publicarse)
Hace un tiempo, el diario La Vanguardia se hizo eco de una
noticia que presentaba este impactante titular: “Un tercio de los millonarios
no posee ningún título universitario”. No pude por menos que leerlo con atención.
En el artículo se desgranaban algunas de las posibles razones de un hecho que,
como poco, parecía de lo más insólito.
Explicaba diferentes casos de personas que han triunfado en
la vida, con esfuerzo pero también con grandes logros. Tomaba como indicador
válido su nivel de ingresos. Profesionales de diferentes ámbitos y sectores se
habían convertido en millonarios, gracias a su espíritu empresarial y gracias a
poseer determinadas habilidades. Entre ellos se encontraban ejemplos como el de
Steve Jobs, Bill Gates o Mark Zuckerberg.
Recordé entonces un párrafo que leí en el famoso libro de
Daniel Goleman, Inteligencia Emocional y que, a continuación, cito
textualmente. Se refiere a los sorprendentes resultados obtenidos de una
investigación en relación a este mismo asunto: “Se llevó a cabo un seguimiento
de varios años de duración sobre 95 estudiantes de Harvard que dejó claro que
quienes habían obtenido las calificaciones más elevadas no habían alcanzado un
éxito laboral (en términos de salario, productividad o escalafón profesional)
comparativamente superior aquellos que habían alcanzado una calificación
inferior. Y también resultó evidente que tampoco habían conseguido una cota
superior de felicidad en la vida ni más satisfacción en sus relaciones con los
amigos, la familia o la pareja” ¿A dónde nos conducen semejantes aseveraciones?
¿Es nuestro sistema educativo actual ineficiente para dotar de las habilidades
que las personas de éxito despliegan?
Lo cierto es que no está claro que así sea, ni tampoco lo
contrario. Lo que parece deducirse es que los conocimientos adquiridos en
universidades y otros centros de formación tradicionales no dotan a las
personas de los recursos que éstas necesitan para convertirse en profesionales
de éxito.
Un comentario parecido al texto de La Vanguardia fue la
evidencia que utilizó Javier para iniciar su exposición, su charla en una de
las sesiones del curso. Iba a hablar de su abuelo. Este ejercicio partía de
haber elegido la persona más admirada y explicar por qué.
El abuelo de Javier procedía de una familia muy humilde,
había nacido en un pequeño y recóndito pueblo de Lleida. De muy joven, con 13
años, había dejado el colegio y sus estudios reglados para emigrar a Barcelona
a ganarse el sustento.
Una vez en la Ciudad Condal, comenzó como aprendiz en una
empresa familiar del sector textil. Su entusiasmo y sus ganas de progresar
hicieron que enseguida se ganara el afecto de sus compañeros y jefes. Trabajaba
muchas horas, se esmeraba en hacerlo lo mejor posible y en aprender. Muchas
veces, dormía en la fábrica. El abuelo de Javier valoraba mucho las puertas que
le abría la vida para avanzar. Gracias a su trabajo había podido viajar a
Barcelona, una ciudad repleta de oportunidades.
Al cabo de un tiempo, su ambición de saber, de vivir
experiencias le llevaron a fijarse nuevos retos. En Inglaterra se vivían épocas
muy prósperas en el sector. El abuelo de Javier decidió que había llegado el
momento de partir hacia ese país. Sin saber inglés, se marchó con todos sus
ahorros para comenzar una nueva vida allí: en una fábrica cuyo patrón era
persona conocida de su jefe. La guerra y otras vicisitudes le obligaron a
quedarse más de tres años en tierras británicas. Sin embargo, no corrían buenos
tiempos y, en cuanto pudo, partió a “hacer las Américas”. En total estuvo casi
diez años en el extranjero. La experiencia que adquirió a través de estas
vivencias fue tal que, cuando regresó a Barcelona, se veía plenamente
capacitado para montar su propia empresa. Y así lo hizo. Y triunfó. Creó una
gran compañía. No por sus estudios ni por sus conocimientos, triunfó por su
actitud.
A Javier se le llenaba la boca contando la historia de su
abuelo. Estaba tan orgulloso que había decidido seguir su ejemplo. Aunque, todo
hay que decirlo, Javier partía con alguna “pequeña” ventaja: se había
licenciado ya en ingeniería industrial, además de hablar inglés y francés a la
perfección. Sin embargo, la lección del abuelo era oro en paño para él, que se
había propuesto de todas desarrollar sus
habilidades y su actitud.
¡Son tantos los ejemplos que nos demuestran que los
conocimientos por sí solos no son suficientes! Sin embargo, continuamos
priorizándolos como si no existiera nada más que eso, como si fuera lo único
valioso que podemos aportar las personas en nuestras profesiones. Las
habilidades y la actitud son fuerzas poderosas que todos podemos desarrollar y
que nos llevarán más lejos, nos ayudarán a destacar. Son los impulsores que nos
diferenciarán de los demás.
Conocimientos, habilidades y actitud forman una tríada que
reúnen todos los personajes exitosos.
¿Qué ámbitos priorizas en tu aprendizaje y en tu desarrollo
profesional?
3 comentarios
Click aquí para comentariosmuy certero Francesc. Creo que siempre ha sido así, marcar diferencias por habilidades y actitud, pero a medida que internet se ha extendido y la inteligencia artificial sigue ganando terreno todavía tendrá más sentido. La formación en sentido amplio es cada vez más importante. Los conocimientos sólo son una parte al alcance de la mayoría
ResponderGracias Joan. Ya Daniel Goleman en su libro "Inteligencia Emocional" nos comenta que los estudios demuestran que tener un alto Coeficiente Intelectual y grandes conocimientos no nos garantiza tener más éxito a nivel profesional, familiar y social. Evidentemente ayuda, pero sin habilidades y sobretodo sin actitud, poca cosa conseguiriamos.
ResponderGracias Joan. Ya Daniel Goleman en su libro "Inteligencia Emocional" nos comenta que los estudios demuestran que tener un alto Coeficiente Intelectual y grandes conocimientos no nos garantiza tener más éxito a nivel profesional, familiar y social. Evidentemente ayuda, pero sin habilidades y sobretodo sin actitud, poca cosa conseguiriamos.
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