¡Malditos temores!
Todos
sufrimos temores, miedos y, con demasiada frecuencia, evitamos enfrentarnos a
ellos. Nos da la sensación de que son más fuertes que nosotros, nos hacen
sentirnos pequeños, sin apenas recursos para superarlos.
¿Cuál
es la realidad? Nuestra realidad la conforman nuestras creencias. Cuando
creemos que no podemos, entonces ‘realmente’ no podemos. No podemos porque nos
hemos convencido de ello. Es una profecía autocumplida, como dirían los
psicólogos. Somos nosotros mismos quienes nos limitamos, quienes nos buscamos
excusas para no salir de nuestra zona cómoda. Y lo peor de todo: al hacerlo,
entramos en un bucle que se retroalimenta, sustentado por sólo por nuestra
falta de autoconfianza.
Cuando
nos dejamos llevar por esa ‘falsa comodidad’, perdemos la chispa, la
motivación, nos vence la abulia y el autodesprecio. Porque, en el fondo,
sabemos que podíamos hacerlo y no lo hemos hecho. Nos autoinculpamos o nos
continuamos engañando -nos engañamos a nosotros mismos, que es la peor de las
traiciones-. Y nos hundimos todavía más en el pozo.
Miedos
y más miedos: miedo a fracasar, miedo a ser rechazados, miedo a hacer el
ridículo, todos tenemos alguno… ¡o una variedad de ellos!
Los
miedos no nos dejan vivir felices, no nos dejan crecer, no dejan espacio a la
confianza, ni en nosotros mismos ni en los demás. ¿Vale la pena sufrir tanto y
perder oportunidades de experiencias tan valiosas? Definitivamente no.
“Nuestros mayores arrepentimientos no
son de cosas que hicimos sino de cosas que no hicimos”
Trabajar nuestra autoconfianza es la mejor inversión que podemos hacer en nuestra vida, por nosotros y por las personas que nos rodean.
En la última sesión de los
cursos Carnegie, solemos preguntar a los participantes qué es lo mejor que se llevan
de la experiencia, qué es lo que más les ha servido. La mayoría coinciden en
sus respuestas: ‘la autoconfianza conseguida’.
Pensemos
por un momento en personas que gestionan sus miedos, que saben tomar ‘riesgos
inteligentes’, que confían en sí mismos, en los demás, en la vida… ¿cómo son?
¿Son felices? ¿Se les ve tranquilos, dicharacheros, en paz consigo mismos? Sí,
es cierto que podemos pensar que han tenido suerte, que las cosas les han ido
bien, que han nacido con un carácter más fuerte o más positivo, o lo que sea…
Otra vez estaremos buscando excusas, de nuevo estaremos justificando nuestros
miedos. Y alimentándolos.
Las
enfermedades, la muerte de nuestros seres queridos, los rechazos, los despidos,
las separaciones son situaciones que nos ocurren a todos. Son vivencias
complicadas que nos hacen dudar de si realmente vale tanto la pena vivir. Todas
las personas pasamos por circunstancias así, en uno u otro momento… y, tal vez,
son oportunidades que nos brinda la vida para aprender, ¿no crees? Tal vez si
has llegado hasta aquí y has leído entero el post sea un buen momento para
replantear tu vida y hacer algo distinto.
Me
encantará leer tus comentarios. Te invito a que compartas tu opinión sobre este
asunto tan complejo como son los miedos. ¡Seguro que todos saldremos ganando!
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