El
publicitario Paul Arden argumenta, con gran tino desde mi punto de vista, por
qué no es bueno, no es positivo acertar a la primera. En su libro ‘Usted puede
ser lo bueno que quiera ser’, un libro muy recomendable por cierto, define los
conceptos acertar y errar, sus orígenes y sus efectos. Muy interesante. Y
original.
El acierto se ancla en el pasado
El
acierto suele basarse en el conocimiento y en la experiencia, excepto cuando es
un acierto casual, claro está. Y suele ser demostrable.
Es
nuestro bagaje vital el que nos da las claves y las pistas para equivocarnos
cada vez menos. La experiencia se forja solucionando situaciones y problemas.
Son situaciones y problemas que ocurrieron en el pasado y de los que hemos
aprendido. Lo normal es que, si se tiene experiencia, se recurra a ella. Es
cómodo.
Por
lo tanto, el conocimiento y la experiencia provienen del pasado. Son opciones
seguras, que nos impiden ser originales y creativos. No experimentamos cosas
nuevas porque cada vez hacemos lo mismo que ya nos funcionó en el pasado. ¿Y si
hay una opción todavía mejor? Nos quedaremos sin conocerla, sin vivirla.
Así
llegamos a una primera conclusión: si puedes demostrar que has acertado, estarás
atado de pies y manos. El acierto es una trampa que no te permite avanzar con
los tiempos ni con el resto de la gente. El acierto te deja anclado en la
rutina de hacer siempre lo mismo, de repetir para acertar.
El acierto es soso, aburrido y
arrogante
Acertar
es soso y aburrido. Es tener la mente cerrada. Es no estar abierto a ideas
nuevas. Y eso es también arrogante. Es soso, aburrido y arrogante. La arrogancia
es una herramienta valiosa… sólo cuando se sabe utilizar.
Además,
el acierto implica en sí mismo un juicio moral. Cualquier otra propuesta distinta
a la que es, supuestamente, la correcta y certera suena frágil o falible. Y la
persona que la enuncia, por simpatía, también. Así es cómo dejamos que se
reproduzca el sistema, cómo no se cuestionan las cosas bajo el argumento de que
‘siempre se han hecho así’.
Por
eso no es bueno acertar. La gente que acierta se queda anclada en el pasado, es
inflexible, sosa y presumida. No hay nada interesante que hablar con ellos. No
aportan novedad o cambio, son rutinarios y nada creativos.
El placer de equivocarse
Es
verdad que a nadie nos gusta equivocarnos. Ni siquiera que se nos mencione la
remota posibilidad de que eso haya podido pasar. Por eso, sólo nos enteramos de
que nuestros amigos juegan a la bolsa cuando ganan.
Sin
embargo, es como todo, tiene su punto. Equivocarse puede ser placentero, además
de beneficioso como ya hemos visto. Aprender a disfrutar de los errores nos
llevará a adoptar una posición más valiente ante la vida, a ver las situaciones
complicadas como retos, a no tener miedo al error. Equivocarse es una
oportunidad que nos brinda la vida y que debemos aprovechar, si queremos.
Mi
propuesta: disfrutemos equivocándonos. La vida nos sonreirá. Nos mostraremos
más naturales y espontáneos al mundo, más humanos, más generosos y más
humildes. Nuestro carisma, nuestra capacidad de influencia con los demás y
nuestro liderazgo se verán potenciados, y nos sentiremos más libres.
Si
vencemos el miedo a equivocarnos y aprendemos a arriesgamos de forma
inteligente, disfrutaremos más de la vida y dejaremos de preocuparnos por
pequeñeces. Pensemos, además, que un error no lo es hasta que no se comete por
segunda vez.
Un par de frases inspiradoras
“Equivóquese, equivóquese otra vez. Pero
equivóquese mejor”. Samuel Beckett
“Cada
una de las doscientas bombillas que no funcionaron me enseñó algo que probé en
el siguiente intento”. Thomas Edison
2 comentarios
Click aquí para comentariosEii Francesc. m'agradat molt aquesta historia !!!
ResponderMoltes gracies David. Ho celebro.
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